viernes, 31 de marzo de 2017

RICARDO GIL O EL PREMODERNISTA



Nacido, probablemente, en 1855, Ricardo Gil es un poeta que ha sufrido el olvido más despiadado. Está el pobre poeta a caballo y sirviendo de puente entre los románticos Zorrilla o Núñez de Arce y el modernismo y en su obra se aprecian algunos aromas de Bécquer, pero la etiqueta con la que se le conoce ( lo poco que se le conoce) es la de “un poeta de transición y precursor del Modernismo, un poco a la manera de Salvador Rueda o Manuel Reina, tal y como lo recoge Luis Cernuda en un estudio.  Cierto es que voces como la de Cossío, el señor de Cabuérniga, Luna Guillén o Díez de Revenga hablaron en su favor, pero de nada sirvió. Yace Ricardo Gil bajo el polvo cruel de las bibliotecas. He tenido la fortuna de leer dos libros suyos: La caja de música y De los quince a los treinta y quiero dejaros aquí una pequeña muestra de su saber poético. Don Ricardo gustaba de combinaciones métricas muy al estilo modernista y sus versos están llenos de musicalidad justo lo contrario de la poesía actual.
 
 
Amar al Ser Altísimo es orar.
Amar a nuestros padres es cumplir.
Amar a nuestro prójimo es sembrar.
Amar a las mujeres es mentir.
Amar a una mujer, eso es amar.

LA ESCUELA POÉTICA DE SALAMANCA EN EL SIGLO XVIII





¡Qué mentiras nos meten en los libros de texto! No sólo en las autonomías (perdón, naciones) en donde desde hace años se hace una verdadera apología del terrorismo manipulando la historia, sino también en Literatura en cuyos libros se afirma sin rebozo que, sin la transcendencia ni las consecuencias con lo dicho anteriormente,  en el siglo XVIII, no hubo poesía en España y se quedan tan frescos. Entonces, la conocida como Escuela de Salamanca:  ¿Qué fue? ¿Un espejismo? ¿Una quimera? Por ella anduvieron poetas como Nicasio Gallego. Álvarez Cienfuegos, Meléndez Valdés, José Cadalso, José Iglesias de la Casa, José Somoza, el ilustrado de Piedrahita,  y hasta don Gaspar Melchor de Jovellanos, el patriota, y otros que usaron de una poesía elegante, bien construida, con referencias a los griegos (véase sus anacreónticas). En 1948, César Real de la Riva escribía un estudio que llevaba por nombre La escuela poética salmantina del siglo XVIII, pero, desde esa fecha, lo libros se empecinan en decir que en el siglo de las Luces no hubo poesía en España y ni las LOGSES,  ni las LOMCES ni las LODES  que Dios confunda han mejorado esta ridícula situación que es, además, injusta. Y, si no, leed este soneto de Meléndez Valdés y juzgad:


Suelta mi palomita pequeñuela,
y déjamela libre, ladrón fiero;
suéltamela, pues ves cuánto la quiero,
y mi dolor con ella se consuela.

Tú allá me la entretienes con cautela;
dos noches no ha venido, aunque la espero.
¡Ay!, si esta se detiene, cierto muero;
suéltala, ¡oh crudo!, y tú verás cuál vuela.

Si señas quieres, el color de nieve,
manchadas las alitas, amorosa
la vista, y el arrullo soberano,

lumbroso el cuello, y el piquito breve...
mas suéltala y verásla bulliciosa
cuál viene y pica de mi palma el grano.

 

jueves, 30 de marzo de 2017

JESÚS LÓPEZ COBOS O EL TORESANO DE PRO



Siempre fui mi ilusión verlo dirigir. Porque en aquellos años ochenta era director en Berlin y luego lo fue en Cincinnati; porque había dirigido para Philips una “Lucia” maravillosa con un Carreras y una Caballé cuasi divinos y un Vicente Sardinero glorioso. Siempre fue mi versión de la Lucia di Lamermoor, con ese coro maravilloso, anticipo del coro de esclavos del Nabucco de Verdi y en el que don Jesús supo darle “el punto” que no se oye en otras grabaciones. Además,  me sentí todavía más afín a él cuando supe, por medio de Juan Pascual,  un compañero de trabajo castellonense que profesaba allá en Majadahonda, que había sido compañero suyo en la Facultad de Filosofía y Letras en donde mi compañero había hecho Hispánicas y don Jesús se había licenciado (no graduado como dicen ahora en sus biografías) en eso que se llamaba Filosofía pura. Mi atracción se multiplicó cuando supe que era toresano como mi abuela María, que él también había visto la curva del río, la colegiata y el arco del sagrado Corazón durante su infancia. Y hasta lo defendí cuando algún indocumentado lo confundía con Luis Cobos, ese caballero del pelo largo que conoció las mieles del triunfo “arreglando” zarzuelas y pasodobles. Sentí pena cuando supe que había muerto su mujer y lo imaginé aliviando su dolor con Mahler, allá en mi querido Berlín. Se llama (como ya habrán podido imaginar) Jesús López Cobos y ahora tengo la suerte de verlo dirigir la OSCyL bastantes días al año. Los sueños y las ilusiones, a veces, se cumplen y, en esta ocasión, se han cumplido con creces. ¡Gracias, maestro!

OBERMANN Y EL PICO DEL ÁGUILA



Obermann padeció el que se conoció como mal du siécle, ese malestar en el mundo al que los ingleses llaman spleen que, sin meterme en etimologías, viene de splen que en griego es bazo, órgano que, entre los médicos, es también conocido como músculo esplénico. Obermann se va a Suiza para ver si se cura de su melancolía, pero en aquellos valles idílicos no se recupera y sigue viendo un sin sentido a su vida. No fue el sólo pues hay otros dos personajes que iniciaron esa moda de la angustia vital: Werther de Goethe y René de Chateaubriand. Estamos a las puertas del Romanticismo y el romántico, apasionado hasta el extremo, vive y ama con todas sus fuerzas. Claro, luego les venía la ansiedad, la angustia, ese deseo irrefrenable de suicidarse (¡Qué obsesión, carallo!) y de vivir amargados dándole vueltas a la vida. Liszt, otro romántico, nos dejó El valle de Obermann, una bellísima pieza dentro de sus Años de Peregrinaje. Mi abuelo Julio, - que no sabía de literatura, pero que era agricultor- , habría dicho que ese sentimiento de angustia se les hubiera pasado cavando las tierras del Pico del Águila en el camino de Puente Duero;  regando de noche y procreando catorce hijos, es decir, llevando esa vida tan cercana a lo animal que repugnaba a los románticos. Mi abuelo no conoció el spleen y, si le venía algo parecido – que no creo-,  se fumaba un Farias que guardaba en el horno de la cocina vieja y luego se bebía un vasito de vino de El carromatero de Toro. Eran otros tiempos y eran otras terapias. Que cada uno elija la que guste.



martes, 28 de marzo de 2017

SEBASTIÁN DURÓN




Sebastián Durón nació en Brihuega, un pueblo alcarreño, un 19 de abril de 1660 y desde muy jovencito recibió lecciones de música de su hermano Diego que también era músico. Fue maestro de capilla y organista de diferentes catedrales entre las que citamos Sevilla, Palencia, Cuenca o El Burgo de Osma, pero su gran momento fue cuando lo nombraron organista de la Real Capilla del último de los Austrias, Carlos II. Corría el año 1691 y al rey hechizado tan sólo le quedaban nueve años de vida. Durón renovó su cargo en 1701, ya con Felipe V en el trono, pero su apoyo a los Austrias durante la Guerra de Sucesión hizo que perdiera su puesto en 1706 y que partiera al exilio a tierras galas en donde estaba la reina Mariana de Neoburgo, viuda de Carlos II. En Bayona, donde estaba la reina,  ejerció de capellán y fue el sacerdote que la casó con el hijo del tonelero, el vasco Jean de Larrétéguy, del que la reina, que no había tenido hijos con Carlos II,  tuvo varios descendientes. Pero esto ya da para otra entrada de blog. Durón moriría, un 3 de agosto de 1716,   en Cambó- les – Bains, en donde, casi doscientos años después, moriría Isaac Albéniz. De su obra, os recomiendo las Tonadas en donde podemos ver la escasa diferencia que separaba lo sagrado de lo profano y disfrutar de una maravillosa interpretación de Raquel Andueza y de Manuel Vilas. Curiosamente, mi admirado padre Feijoo le oponía a Literes, otro gran músico del XVII español y prefería el sacerdote gallego a éste último porque había conservado “la pureza de la música española” frente al estilo “italianizante” de Durón. Y es que Durón vio claro que la entrada de la música italiana, que siempre había influido en la española, era imparable con la llegada de los Borbones al trono de España. os prometo hablar otro día de Mariana de Neoburgo.

FEDERICO ROMERO SARACHAGA O EL LIBRETISTA Y SUS HIJAS




Aunque fui muchas a la consulta de su hija, que era mi pediatra, nunca lo vi a él, el libretista de zarzuela más conocido junto a Guillermo Fernández – Shaw. María del Socorro y su hermana Pilar, que yo recuerde, vivían con sus padres en la calle Españoleto de Madrid y tenían otro piso, unos números más arriba en donde pasaba consulta por las tardes María del Socorro que era directora del Instituto Español de Hematología y Hemoterapia y que estaba en General Oraa. Recuerdo los viajes en taxi hasta la calle mencionada y la consulta en donde tenía una máquina de rayos X. Su padre, Federico Romero Sarachaga, había nacido en Oviedo en 1886, pero se consideraba manchego de La Solana, población de la que fue nombrado hijo adoptivo. Fue profesionalmente telegrafista, pero su gran ocupación fue escribir libretos de zarzuelas tan conocidas como Doña Francisquita de Amadeo Vives, Luisa Fernanda, de Moreno Torroba o la Rosa del azafrán del maestro Guerrero. Pero su producción no se queda aquí pues, en más de treinta y cinco años de actividad, escribió más de sesenta y cinco libretos. Cuando murió, en 1976, a los noventa años, su entierro fue toda una manifestación de duelo y el propio presidente del Gobierno, a la sazón Carlos Arias Navarro, presidió el entierro. No sé si eso era un honor o un horror, pero como pasó lo cuento. La última vez que vi a mi pediatra, la doctora Romero que era como la conocíamos en casa, fue cuando, en medio de una adolescencia turbulenta, fui a su consulta, como cuando  era un niño, y me diagnosticó que tenía el “cuore” grande por lo que mi madre me llevó a la Fundación Jiménez Díaz en la que, tras una exhaustiva revisión, quedó todo en un susto. Ya de más mayor, creo que en la Facultad,  visité aquella casa familiar de los Romero, a la que nunca había entrado.  Recuerdo el retrato de Amadeo Vives, mi querido don Amadeo, encima del piano. Ya no supe más de “la doctora Romero” hasta que por estas maravillas de la técnica he visto que murió en el 2013 con noventa y cuatro años de edad. Ninguna de las dos hermanas Romero Sánchez tenía hijos así que no hay herederos directos de don Federico Romero, el gran libretista, cuya hija me atendió de pequeño. ¿Habrá tenido este hecho la culpa de que sea yo un amante de la zarzuela? Puede ser.

 

miércoles, 22 de marzo de 2017

ALONSO SÁNCHEZ DE HUELVA, EL PRENAUTA










Alonso Sánchez de Huelva habría nacido en esta ciudad andaluza a mediados del siglo XV y se habría dedicado a hacer viajes entre Inglaterra, Canarias y Madeira. Un día, una fuerte tormenta, cuando hacía la ruta entre Canarias y Madeira, se lo llevó hacia el oeste y él, con su tripulación,  llegaron a una tierra extraña en la que los nativos lo recibieron como dioses, pues ellos consideraban dioses a los hombres barbados. Los indígenas les dieron oro, comida y hasta les ofrecieron a sus mujeres como regalo. Los marineros españoles empezaron a preparar su viaje de vuelta y, tras un mes de viaje, arribaron a la isla de Porto Santo, en el archipiélago de Madeira. Y mira tú por dónde en esta isla habitaba un marinero que tenía por nombre Cristóbal Colón y que escuchó,  de boca del onubense,  su aventura y que le abrió todo un camino. Esta historia la recoge el padre Bartolomé de las Casas y Pedro Mártir de Anglería,  que escribió en latín las Décadas de orbe novo,  nos guarda una sorpresa: una nota manuscrita al margen de un ejemplar de estas décadas nos cuenta cómo fue este piloto el que contó a Colón lo que había descubierto y hasta dónde había llegado que, parece ser por lo que contó, habría sido la que después se llamaría isla de Santo Domingo. Así nos lo cuenta Juan Gil Fernández, hermano del helenista Luis Gil Fernández y también catedrático e historiador. Por si esto fuera poco, el Inca Garcilaso de la Vega es el primero que pone nombre al piloto y lo llama Alonso Sánchez de Huelva e inicia así un debate que se mantuvo abierto durante siglos. José Ceballos, Comendador del Convento de los Mercedarios Descalzos de Sevilla, afirmaba en  1762 que la dicha historia del marinero onubense que en Porto Santo le habló a Colón de lo que había visto en aquellas misteriosas tierras al oeste era cierta y que Colón fue Colón por el tal Alonso. Los onubenses le han dedicado a su ilustre paisano un parque, un monumento y hasta un Instituto de Educación Secundaria. Espero que no se lo quiten al pobre Alonso como le pasó, como recordé ha poco en otra entrada,  a mi queridísimo Claudio Prieto en Guardo y que el centro que recuerda a tan heroico marino se acabe llamando IES cuarto de la tercera demarcación de la subdirección oeste del occidente de Andalucía. Me fastidiaría porque mi hijo pequeño se llama Alonso y hay que barrer para el convento.

DIEGO DE LOSADA, FUNDADOR DE CARACAS



Resulta que el fundador de Caracas era de Rionegro del Puente, localidad de Zamora, cercana ya a la Sanabria,  y que tiene por patrona a la Virgen de la Carballeda de la que recuerdo, en mis numerosos viajes a Galicia, una hornacina con su imagen y con la leyenda  “Que la Virgen de la Carballeda te guíe!”. En Rionegro comprábamos el pan, ya con centeno, y las magdalenas que nos servían para el almuerzo allá en la fuente que había en lo alto del puerto de La Canda, frontero ya con Galicia. Pues ese muchacho que nació en Rionegro y cuyo nombre era Diego Losada, pasó a servir con quince años, - había nacido según parece en el año de gracia de 1511 - , al duque de Benavente, don Alonso de Pimentel, en su palacio de Benavente que hoy en día es Parador de Turismo. En 1533 se encontraba en Puerto Rico con Pedro Reinoso, su compañero de viaje, y con él se incorpora a las huestes de Pedro Sedeño que buscaba las riquezas de El Dorado. Pasamos por alto muchas aventuras de nuestro Diego y,  en 1543,  lo vemos saliendo de Coro camino de Cubagua. En 1522, funda Nueva Segovia de Barquisimeto, pero el interés por las vetas de oro que había en las cercanías del valle de los indios caracas hace que el zamorano marche para allá. Siguiendo una Real Cédula de 1563, el zamorano Losada inicia el repoblamiento del lugar y funda la ciudad de Santiago de León de Caracas: era el 25 de julio de 1567 y,  como no podía ser menos, el rionegrino se acuerda de su Virgen de la Carballeda y funda, en las ruinas de la villa de El Collado, el puerto de Nuestra Señora de Carballeda, que en la actualidad recibe el nombre de Caraballeda. Siguen sus aventuras por tierras venezolanas, pero eso nos llevaría mucho más de lo aconsejable para una entrada de un blog. Diego de Losada, el muchacho que con quince años salió de Rionegro del Puente camino de Benavente y de Benavente a tierras americanas, murió a finales de 1569 en las cercanías de Borburata. Sus restos se encuentran enterrados en Cubiro, en el estado de Lara cuya capital ( que me corrijan mis primos venezolanos si me equivoco) es Barquisimeto de donde son el poeta Rafael Cadenas, - del que os hablaré, Deo volente-,  Aquiles Machado, gran tenor, y Gustavo Dudamel,  director de orquesta.  Ya veis hasta dónde puede llegar un rionegrino o rionegrense que de las dos maneras se puede y se debe nombrar a un nacido en Rio Negro del Puente.

 

CRISTÓBAL DE CASTILLEJO







Hay que saber apostar por el caballo ganador, pero si apostamos al perdedor pensando que es el que tiene más posibilidades de ganar, al menos, somos honrados con nosotros mismos y con nuestro saber equino. A Cristóbal de Castillejo le pasó algo parecido, pero en poesía. Don Cristóbal, que era mirobrigense como José Antonio de Elías y como Fernando Arrabal, se puso en contra de la poesía italianizante que practicaban Boscán y Garcilaso y defendió con ahínco lo castizo, es decir, la versificación de un Juan de Mena. Pro el endecasílabo tenía la partida ganada y por mucho que don Cristóbal se empeñara en meterse con los que “hablan en italiano” tenía la partida perdida. Castillejo se dedicó a practicar la poesía que se escribía en el siglo XV y no quiso entrar en esa nueva poesía que se imponía en la Europa culta de la época. Era su opción y la defendió con uñas y dientes y por valentía merece todo nuestro respeto. Sin embargo, no puedo dejar de decir que fue una pena que no optara por lo nuevo porque era buen poeta y podría haber llegado lejos, mucho más lejos que aparecer en este pobre blog en un día de marzo de muchos siglos después.




REPRENSIÓN CONTRA LOS POETAS ESPAÑOLES


Pues la sancta Inquisición
Suele ser tan diligente
En castigar con razón
Cualquier secta y opinión
Levantada nuevamente,
Resucítese Lucero,
A corregir en España
Una tan nueva y extraña,
Como aquella de Lutero
En las partes de Alemaña.

Bien se pueden castigar
A cuenta de anabaptistas,
Pues por ley particular
Se tornan a baptizar
Y se llaman petrarquistas.
Han renegado la fee
De las trovas castellanas,
Y tras las italianas
Se pierden, diciendo que
Son más ricas y loçanas,

El juicio de lo cual
Yo lo dexo a quien más sabe;
Pero juzgar nadie mal
De su patria natural
En gentileza no cabe;
Y aquella cristiana musa
Del famoso Joan de Mena,
Sintiendo desto gran pena,
Por infieles los acusa
Y de aleves los condena.

"Recuerde el alma dormida"
Dice don Jorge Manrique;
Y muéstrese muy sentida
De cosa tan atrevida,
Por que más no se platique.
Garci-Sánchez respondió:
"¡Quién me otorgase, señora,
Vida y seso en esta hora
Para entrar en campo yo
Con gente tan pecadora!"

"Si algún Dios de amor había,
Dixo luego Cartagena,
Muestre aquí su valentía
Contra tan gran osadía,
Venida de tierra ajena".
Torres Naharro replica:
"Por hacer, Amor, tus hechos
Consientes tales despechos,
Y que nuestra España rica
Se prive de sus derechos".

Dios dé su gloria a Boscán
Y a Garcilaso poeta,
Que con no pequeño afán
Y por estilo galán
Sostuvieron esta seta,
Y la dexaron acá
Ya sembrada entre la gente;
Por lo cual debidamente
Les vino lo que dirá
Este soneto siguiente.


 

FEDERICO BALART




Federico Balart nació en Pliego, un pueblo de Murcia, y llegó a tener cargos de enjundia en el gobierno de España. En sus ratos libres, este político, en lugar de dedicarse a hundir  Bankia, a gastar la pasta de las tarjetas black o a llevar contabilidades en B en el partido para comprase una casiña en Baqueira Beret, pues escribía versos. Azorín dice que era un poeta malísimo, prosaico y sin arte, pero su libro Dolores, dedicado a la mujer con la que se casó y que falleció dejando a Balart en un gran desconsuelo, fue un superventas de la época al modo y manera de un Escandar Algeet cualquiera. Balart fue amigo de Antonio Grilo, otro pobre poeta que ya está en el infierno del olvido y que en su día fue poeta favorito de don Alfonso XII y de su señora madre , doña Isabel II, que le pagaron una edición de sus poemas. Pero no todo va a ser pena porque el pobre Balart da nombre al IES de Pliego, su pueblo natal, y hasta tiene su callecita y todo. En fin, menos da una piedra, pero, si no se la quitan como al pobre Marqués de Lozoya o le cambian el nombre al IES como ocurrió en Guardo con el recientemente fallecido Claudio Prieto, se puede dar por contento allá en el parnaso en donde habite. O tempora, o mores! que traducido en el latín LOMCE viene a decir ¡Oh tiempos de los moros!

 

Para Dios no hay eventos, no hay acasos:
antes que el giro de la azul esfera
la eternidad a tiempo redujera,
contó mis horas y midió mis pasos.
El mal y el bien me brindan con sus vasos,
y esquivarlos en vano el alma espera,
que de mi vida la fatal carrera
mutaciones no admite ni retrasos.
Anterior a mi ser es mi destino;
tasadas mis acciones ab aeterno;
fija la suerte, ineluctable el sino:
¡y aun suponen que un Dios piadoso y tierno
puede abrir al final de mi camino
la sima tenebrosa del infierno!

 

 

sábado, 18 de marzo de 2017

JUAN BELMONTE, MATADOR DE TOROS



No voy a descubrir ahora que Manuel Chaves Nogales fue un escritor de fuste y creo que ya he ido dejando en este blog noticia de lo mucho que me ha gustado todo lo que he leído de él. Ahora,  le ha tocado el turno a Juan Belmonte, matador de toros y el fruto de su lectura ha sido un máximo placer. Chaves Nogales consigue una biografía que semeja una autobiografía y así parece que es el mismo Belmonte, el pasmo de Triana, el que nos está contando su vida con un estilo ágil, cuidado y ameno al que no le falta aquello que los barrocos llamaban decoro, es decir, que cada personaje hable de acuerdo a su situación social, o cultural. No descubro el mediterráneo si os digo que este libro que he leído en este mes de marzo es un gran libro, pero sí que os digo que lo leáis: merece la pena.

FRACISCO DE ALDANA


Desde hace muchos años, me deleito con la poesía de Francisco de Aldana, ese militar al que tampoco la lanza embotó la pluma. En mi segundo año docente, en ese colegio frío y desangelado que tienen los Escolapios en Getafe, recuerdo que les hablaba a los chicos de 1º de BUP de Aldana y ellos me decían que se llamaba como un jugador del Deportivo. Era una manera de que acordaran de él y que leyeran algún poema suyo. Francisco de Aldana era un grande poeta de esos que, por misterios insondables, aparecen en letra pequeña en los libros de texto. Colega de Garcilaso en cuestiones marciales, es Aldana un fino poeta de elegante escritura. Os dejo, como siempre, un poema que es la mejor manera de probar de su miel.

 

Mil veces callo, que romper deseo
el cielo a gritos, y otras tantas tiento
dar a mi lengua voz y movimiento,
que en silencio mortal yacer la veo.

Anda cual velocísimo correo
por dentro el alma el suelto pensamiento,
con alto, y de dolor, lloroso acento,
casi en sombra de muerte un nuevo Orfeo.

No halla la memoria o la esperanza
rastro de imagen dulce y deleitable
con que la voluntad viva segura.

Cuanto en mí hallo es maldición que alcanza,
muerte que tarda, llanto inconsolable,
desdén del cielo, error de la ventura.

EL REGIDOR



¡Qué poco saben aquellos que se llegan hasta Segovia para ponerse hasta las trancas de lechazo que todas esas calles tan bien conservadas y esos templos y palacios que tanto admiran entre los vapores de los judiones y del cochinillo se deben a don Juan de Contreras, Marqués de Lozoya! Ahora, en Madrid, hasta le han quitado la calle que tenía porque el pobre marqués cometió el “error” de tener un cargo cultural con aquel señor bajito y con bigote que era de El Ferrol. ¡Qué pena! Pues este marqués, ahijado del duque de Cheste, escribió una novela que no es sino un canto de amor a Segovia, la ciudad que tanto amó. El regidor es una novela que refleja ese paso de una nobleza dueña y señora de las ciudades a una nobleza bajo el mandato del rey, cambio que se produjo en Castilla con los Reyes Católicos. Don Juan era un poeta (ya hemos hablado de esa faceta suya) y en sus páginas pinta Segovia con el amor de un amante por su amada. Además, en el ejemplar que  he conseguido (de viejo, of course) está estampada su firma en la dedicatoria al anterior propietario del volumen. Todo un honor que me hace sentir aún más cerca de mi corazón a Juan de Contreras, el hombre humilde, el hombre sencillo, el enamorado del arte y de las tierras de Segovia. ¿No es una injusticia que este hombre al que adornan tantas virtudes humanas se haya quedado sin casa calle? Con la de problemas que tenemos en España y que andemos que si una calle más o una calle menos…

 

domingo, 12 de marzo de 2017

PABLO RÁEZ



Era maravillosamente joven, tan joven que la muerte en él era una intrusa, una huésped  impensable, un horizonte lejano, pero el 26 de marzo de 2015, su vida dio un vuelco cuando le diagnosticaron una leucemia mieloblástica aguda. Hasta ese momento, había sido un joven deportista y ahora, su sentido atlético se iba a dirigir para ganar la carrera a la muerte. Sin embargo, en esa carrera, no corría solo: con catorce años, Pablo se había dirigido a su párroco, don José Solórzano, para pedirle el bautismo y se quedó en la parroquia en donde ayudaba de monaguillo. Don Pepe se convirtió en un amigo que le fue preparando para la Comunión y para la Confirmación y ahora, en este difícil momento, se pusieron a correr con él sus muchos amigos, sus trescientos mil seguidores en Facebook y twitter para conseguir que la muerte no le ganara. Sin embargo, la muerte le ganó la carrera y Pablo, el deportista, moría el pasado sábado 25 de febrero. ¿Pero había ganado la muerte? No, Pablo lo dejó claro el 25 de enero de este año: “La muerte forma parte de la vida por lo que no hay que temerla sino amarla”. Con su gesto de “mucha fuerza” consiguió que las donaciones de médula se dispararan y consiguió que mucha gente supiera lo que es “morir en cristiano”. Don José, su amigo y su párroco nos lo dice: “Le había escuchado a Pablo “dar las gracias a la leucemia. A mí eso me estremece. Da las gracias a su enfermedad porque gracias a ella él ha descubierto muchas cosas y las ha integrado en su vida. Es un buen alumno en esto, aprende de la vida pues hay muchas veces que en la vida nos pasan cosas y no aprendemos. Él no, él va aprendiendo cada día de lo que le está ocurriendo”.  Y él mismo nos lo sigue diciendo: “La vida está llena de sorpresas. La leucemia me está enseñando más de lo que me ha quitado. Lo que me hace funcionar cada día es saber que formo parte de la vida. Por eso la sonrío y la abrazo”. "Ha despertado en mí grandes dosis de solidaridad. Cada revés, cada retroceso en la enfermedad, me hace más fuerte en lugar de rendirme”, afirmaba. “Hay que disfrutar el día a día y cada momento porque es único, cada día es único e irrepetible”. Cada revés, cada retroceso en la enfermedad, me hace más fuerte en lugar de rendirme”. Gracias, pablo, deportista de Cristo que has muerto amando a la muerte y al dolor algo que tan sólo hacen los locos y los santos. Gracias por tu ejemplo de reciedumbre en estos tiempos de filosofías blandengues; gracias porque nos has señalado el camino, porque nos das fuerza cada día con tu gesto. ¡Afortunado tú, que con tu casa bendita por el dolor, has podido decir como el poeta Pepe Hierro: “He llegado por el dolor a la alegría”! Sí, Pablo, ya estás en la alegría, en el gozo que, como dice San Juan, nadie te podrá arrebatar.



 

EN TORDESILLAS CON MI LOCA JUANA



 

         El miércoles pasado regresé a mis raíces y me fui a recorrer las calles de Tordesillas y a pasear con mi loca Juana. Es una pena que tan hermosa ciudad castellana sea tan sólo conocida por El toro de la Vega teniendo como tiene tantas maravillas para ver. Vamos por orden. En primer lugar, el convento de las Clarisas que, construido sobre un palacio árabe de Alfonso XI, es una de las grandes maravillas del arte mudéjar. Nadie que vea y no se emocione ante el artesonado mudéjar de su iglesia puede decir que está vivo. Y dentro del entorno del monasterio, como parte de los que fue el antiguo palacio, unos baños árabes únicos en Castilla. Y en el convento, el realejo de mi Juana, el que fue archivo del monasterio, la sacristía, el claustro empedrado y ese trocito de palacio que se descubrió hace unos pocos años y que nos revela cómo fue aquella maravilla del estuco y el color. Pero aún nos quedan por visitar la iglesia de San Antolín, la Casa del Tratado en donde Portugal y España (eran otros tiempos) se dividieron el mundo, el puente sobre el Duero, la maravillosa plaza cuadrada, el paseo a las orillas del padre de los ríos castellanos en donde todavía se escuchan los suspiros de la joven Catalina, llevada Portugal cuando era un niña para casarla en tierras lusas. Y n sigo porque son  tantas las  maravillas que hacen de Tordesillas, el Oter de Siellas medieval, una ciudad para visitar muy despacio. Pero, si aún con esto no bastare al viajero curioso para que se llegara hasta aquí,  que lo haga, al menos, por la repostería sin igual de las Claras (el olor de la gloria atraviesa los claustros y nos acompaña en la visita) y por el bar Rusky que, con sus patatas bravas, mansas, alioli y santo del Cristo puede justificar una visita a tan ilustre villa. Y, si las patatas al santo del Cristo están recién hechas tal y como tuve la suerte de probar este miércoles, se comprende que mi Juana, a la que sus crueles carceleros no dejaban salir, enloqueciera en el palacio que ahora ocupa un parque de juegos infantiles. Tordesillas es una real villa y merece, al menos, pasearla por sus rúas y tomarse una leche helada de Baonza. Luego, al caer la tarde, ver como el Duero sigue camino de Zamora, la bien cercada, soñando con el mar de Oporto y sus fados menores.