miércoles, 17 de mayo de 2017

CELA Y EL TINTA FEMIA


Cela es una parroquia de Bueu, pueblo marinero de la comarca de El Morrazo, en Pontevedra. Cela tiene su iglesia parroquial en el monte porque allá por el siglo XIII, los piratas normandos no se andaban con bromas y había que ponerse a buen recaudo. Cela aguantó los piratas, pero pasaron los años y, cuando ya se habían ido los invasores del norte, llegamos los veraneantes dispuestos a comernos todos los chinchos, las xoubas y los rapantes de la Ría bien regados con el vino de la tierra que no es otro que el Tinta Femia que proviene de una vid autóctona de Galicia y del norte de Portugal que también recibe el nombre de Caíño tinto. Otros piensan que nada tiene que ver el Caíño con la Tinta Femia, pero no vamos a entrar en tiquismiquis. El Tinta Femia se bebe en furanchos, un lugar que  podría definir como aquél en que se bebe, se come y se disfruta de la amabilidad de las gentes de la comarca y sólo el que ha estado en ellos lo sabe. También se bebe en pequeñas tabernas como la del Iglesario de Cela, lugar de culto para los muy devotos de la gastronomía buenense. Un servidor tuvo la suerte de probarlo durante muchos años en la casa de Agustín Entenza,  aquella casa donde el sol poniente doraba los azulejos de la cocina y la luz del faro te acompañaba en la noche. El pater familias,  que había sido estado en la mercante y por aquellos años tenía un taxi en Bueu, además de manejar las brasas para el pescado como nadie lo ha hecho jamás en la historia del mundo,  guardaba  botellas del Tinta Femia en su bodega y aquello era una sucursal de la gloria. También tomé buenos vinos en la casa de la familia Barcia, en Sabarigo, una aldea de Cela que también anda por los montes. Las comidas en casa de los Barcia eran tan largas que veías el sol ponerse allá por la Isla de Ons y todavía no habías llegado al postre. Desconozco si aquel vino era Tinta Femia, pero sí digo que, servido por el inefable Francisco, de cuya vida saldría una novela, era la sangre de un gigante. En  mi poemario A la sombra de Teucro, en uno de sus poemas, hablo de las cubas de Tinta Femia que hechizaron a aquellos griegos que fundaron Helenes… . No quiero seguir  y os dejo con las palabras de Asun Estévez, pregonera de la fiesta del Tinta Femia lo dijo muy bien: Se o deus Baco estivese aquí, de seguro que gozaría porque sen dúbida éste ben podería ser un viño de deuses. Amen.

También os regalo un fragmento del poema del que os he hablado unas líneas más arriba:

AL alba llegamos hasta aquellas riberas,

el mundo era joven, de azul revestido.

Salieron jinetes con banderas al viento,

gritando un nombre en la mañana del mundo,

haciendo resonar los bosques oscuros.

¡Extranjeros, extranjeros, sus bocas nos llamaban,

pero huéspedes nos enseñaron sus redondas moradas.

Rompía tres veces el mar en sus playas;

con verdes laderas se vestían sus montes;

una isla esperaba vigilando la ría

la niebla sagrada que la abrazaba al ocaso,

la barca que llevaba a la joven Trahamunda.

Un hombre encendía una hoguera en su choza

con los secos carozos de pasadas cosechas

y en las tardes empujaba rodando las cubas

con la sangre robada a algunos gigantes. (…)

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