martes, 27 de junio de 2017

DON JOSÉ GOYA Y MUNIAIN





Si hace unos días tratábamos del Infante don Gabriel como traductor de Salustio, hoy nos toca hacer lo propio con don José Goya y Muniain cuyo nombre aparecía en la traducción que de los Comentarios a la Guerra de las Galias de Julio César tenía la colección Austral. Don José Gil de Goya y Muniain nació en Azanza, pueblo de Navarra un 9 de julio de 1756 y fue doctor in utroque iure por la Universidad de Zaragoza. En Valencia, en donde residió, entró en contacto con el círculo de Gregorio Mayáns y Siscar, el gran erudito valenciano del que tanto nos hablaba don Antonio Fontán en las clases de doctorado de mi Complutense. Por la traducción de César, Goya se llevó una pensión y, con eso, con su trabajo del Tribunal de la Rota y su canonjía en Sevilla, el bueno de don José fue tirando y recogiendo todo lo que le iban echando que no era, tal y como hemos visto, moco de pavo. Hasta que falleció en Sevilla un 6 de marzo de 1807. Todo hasta aquí va muy bien, pero hete aquí que llega don Marcelino Menéndez Pelayo y en su Bibliografía hispano-latino clásica va y dice que Goya y Muniain no fue el traductor de los Comentarios sino que su traducción se debe al jesuita y gran helenista (del que haremos en su momento entrada) don José Petisco; pero sigue el cantabrón sabio y añade que tampoco fue suya la traducción al castellano del Arte poetica  de Aristóteles cuya autoría real es la de Pedro Luis Blanco; y tampoco es propia la  traducción del Catecismo Trilingüe del padre Canisio. En fin, que el buen canónigo y abogado era un plagiario que se aprovechaba de las traducciones de otros y les ponía su nombre. En fechas más recientes, también Lucía Etxeberría, esa ¿escritora? valenciana,  plagió a Antonio Colinas que, todo bondad, no la demandó. Y por ahí anda la tía enseñando más muslo que literatura y viviendo de la pluma y del cuento.  Y es que ya lo dice el dicho: plagia que algo queda.   

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