lunes, 2 de octubre de 2017

CASA SALVADOR, EL BACALAO, EL VALLE DE BARCALA Y DE CÓMO FRANCO SE QUEDÓ SIN PROBARLO Y SE BEBIÓ UN SIMPLE VASO DE AGUA.



Conocía Casa Salvador hace ya muchos años llevado por ese gastrónomo aficionado que es mi tío Fernando. Era un día de febrero, y la luz del sol se colaba por los ventanales que miran a las parras y a los prados, a esos molinos de luz de los que hablaba don Álvaro Cunqueiro. Porque es menester avisar de que en el Valle de Barcala hay una luz especial y los colores son delicados, sensibles, con una sensación de debilidad que bastaría un soplo de aire para arrancarlos del paisaje. El valle es para espíritus sutiles, para seres cuasi angélicos.
En Barcala, en invierno, huele a las lumbres de carballo y la lluvia nos hace temer que acabe borrando la pintura al pastel que son los maizales, los prados y las carballedas. En Barcala, todo es especial y, aunque aún queda lejos, parece que ya la luz del Atlántico, viril y bravo na Costa da Morte,  pone un filtro de alegre añoranza en los ojos del viajero  que sigue camino para ver a su amigo el viejo carballo que crece al borde de una corredoira. Un día, el viajero aparcó su coche junto al viejo roble y obstaculizaba un poco el camino. Al ver venir a una señora con una carreta de bueyes, le dijo que si le quitaba el vehículo a lo que la señora le respondió con una frase sacada de un Valle Inclán anónimo:
“Ogalla se puidera asi de bem pasar polas portas do ceo
Alguien que habla así, parece sacado de una novela de don Alvaro Cunqueirio, de una cantiga medieval o de un poema de ramón Cabanilla, el gran poeta de Cambados.  Pero en fin, volvamos a Casa Salvador cuya especilidad es el Bacalao al horno, a la gallega, la empanada del Bacalao, os cogumelos cuando están en temporada, los riñones al jerez y unos pimientos de padrón que uns pican e outros non.. Todo ello regado con un exquisito vino de la casa  y rematado por unos postres variados entre los que señalo tres: la tarta de arándanos, la tarta de limón y la tarta de castañas. Al final, un café de puchero, pone la firma en tan exquisito menú.
El restaurante, tras la muerte de Salvador padre, lo lleva con mano maestra Salvador hijo y está carcano a cumplir cien años de nada. No le darán nunca una estrella Michelín, pero no le hace falta. Su fama es tan grande que, en sus paredes, puedes ver fotos de Bertolucci, Penn, Marisa Paredes, Javier Bardem y un largo etcétera. También el inefable Beiras se ha dejado ver por allí y el que iba mucho, siendo presidente de la Xunta, era Manuel Fraga que, en ocasiones, reunía a su gobierno en el comedor de la derecha (lógico).
Por si eso fuera poco, os digo que Franco fue a Barcala a inaugurar la concentración parcelaria en Galicia y que para la entrega de los títulos utilizó los balcones de Casa Salvador.
         Y cuentan que, habiendo tenido sed el dictador, pidió agua y le dieron de beber en una jarra rota (otros dicen que en una vaso muy decorado) Yo tengo escrito un cuento sobre este asunto que algún día publicaré. Mientras tanto os dejo con la miel en los labios. ¡Por cierto! Que Franco ni probó el bacalao. ¡Pero mira que eras raro, ferrolán!

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